2008/06/13

Tierra Santa. La Alianza. Cap IV

En el pequeño autobús en el que durante una semana recorrimos Israel, Elias, el conductor, le da un último empujón para abordar la última colina antes de que se desplegase, majestuosa y en todo su esplendor ante nuestros ojos: Jerusalén.


La aparición de su muralla, la cúpula dorada de la mezquita de Omar, el pínaculo del templo, el campanario de San Salvador, y el valle de Edrón delante, es una visión que permanece impresionada en la retina para siempre.


Ya en el convento de San Salvador, casa de los padres Franciscanos, faro de la ciudad vieja, y cuyo campanario preside y ordena la vida de la ciudad, entramos a oir misa en una pequeña capillita reservada supongo para alguna ocasión especial que llenamos los dos padres que concelebraban la misa y nosotros ocho.


No se cuantas veces habré oido el ofertorio en la Eucaristía, la lejana letanía en la que el cura repite la ofrenda..., pero nunca lo había escuchado.

Esta vez en esta pequeña capillita algo despertó dentro de mi, y pude "oir" por primera vez como Jesús instauraba esta celebración como "señal de la Alianza nueva y eterna..." que establecía con nosotros.


Es la Alianza, el compromiso, la promesa, el pacto que establece con nosotros los hombres, por la cual nos asegura vida eterna y que a modo de apretón de manos y de abrazo como muestra de su compromiso, instaura la celebración de la eurcaristía, para que ofrezcamos y tomemos su cuerpo y bebamos su sangre, renovando a su vez nosotros, nuestra parte de compromiso y de este modo podamos iluminar nuestro alma.


A diferencia de Yavhé que instauró la circuncisión en señal de la alianza con "su pueblo", Jesús, el hijo de Dios, establece una nueva alianza en la que es él el que se ofrece y es él el que sella el pacto ofreciendonos su cuerpo y su sangre para pasar a formar así parte de nosotros.


Tantas veces preguntamos, porque Jesús no nos da alguna señal de que es, de que está, y sin embargo, en virtud de esta alianza, si queremos, pasa a formar parte de nosotros.

Al final, emocionados, recordabamos en voz alta a aquellos seres queridos que gracias a esta Alianza estaban ya en su presencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

se adivina all� la amplitud de un Mar Infinito por el que Cami, con tanto acierto, navega con singladuras envidiables. Y, gracias a Dios, que es infinito ese Mar y el horizonte una raya que siempre huye, porque as� permite que en todo momento siga avante ese navegante experto, de mirada larga y mente reposada y despierta que nos regala con t�tulos tan sugerentes como "Tierra Santa", "Bares que lugares", "Las dos Espa�as", "Democracia imperfecta", etc. que tanto nos satisfacen.

Anónimo dijo...

Oiga, señor mío menuda tocada al corazón ha tenido. Y menuda tocada nos está dando a nosotros. Sí señor en usted está Jesús, porque se vale también de personas como usted y como yo para llegar a los hermanos, a todo el que quiera decir sí, decir " sí, Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi segun tu Palabra " con la pequeñez y debilidad que cada persona tiene pero precisamente de eso se vale para al vernos así, abrirnos a El necesitados de su cuerpo y su sangre que también dice usted y que se nos presenta cada día en la eucaristía, donde por un acto de fe podemos verle, tocarle y comerle para pasar a ser parte de nuestro cuerpo y así dejarnos hacer por El y un día llegar al Padre. Oh amigo mío, como gozo yo con usted y con todo el que se descubre abierto al Amor de Dios. ¿ Dónde estás, cómo eres...? Ven a la eucaristía, allí me tienes todos los días y abrete a la Vida, La Verdadera Vida, poco a poco te seguiré haciendo, acoge los sacramentos que Yo te dejé y déjate hacer por Mí, Confía. Cami quería compartirlo con usted, como usted lo hace con todo el que quiera hacercarse...Una vez más GRACIAS...